13 de noviembre de 2007

La Historia de los Ingas (segunda parte)

La ceremonia de perforación de las orejas del inka joven se llamaba Guarachiko. Era una especie de investidura de caballeros. La primera vez que se le cortaba el pelo también se cumplía un rito ceremonial, llamado Rutuchiko. En el nacimiento del infante se cumplía con el Ayúskay. La primera vez que la joven inka tenía su período menstrual se efectuaba la ceremonia ritual Kikuchiko, de la "primera flor". La danza ritual, con vestiduras largas de púrpura, se llamaba Kápak Raymis. El color del Inka era el del arco iris. Muy interesantes son los atributos simbólicos del poder que el Inka portaba. Veámoslos: Un vaso de oro llamado Topakusi. Un cetro de oro, una especie de varilla, que le servía para descubrir las zonas magnéticas y eléctricas de la tierra y del espacio aéreo, permitiéndole localizar el fuego serpentino, o "el pulso del dragón", de los antiguos chinos, como los geománticos, los zahoríes y como los faraones egipcios, de modo que construyeron sobre esas "napas" sus templos y palacios, sus tumbas y los enterramientos de sus tesoros. Siguiendo una técnica mágica parecida los hiperbóreos "clavaron" sus dolmenes y menhires. De este modo se levantaron también en América Central estatuas de lava en puntos neurálgicos de la tierra. Por medio de esos báculos, o varillas mágicas, es posible localizar el agua subterránea, las corrientes telúricas, las vetas de oro y plata y también actuar sobre la zona psíquica del planeta. Moisés, al apoderarse de la vara del Faraón, pudo hacer brotar agua de la piedra, en el desierto. En verdad, no hizo más que descubrir la corriente oculta, subterránea. En "El Cordón Dorado", cuento que vi a estos zahoríes en Austria. El ámbar, que los frisones llamaban jutten, es apropiado para captar las corrientes magnéticas terrestres, aún usándolo como "péndulo" sobre las cartas geográficas.

También poseía el inka una suerte de báculo de plumas, con el color del arcoiris, llamado, Sunturpaúkas y un carnero emblemático, de color blanco, el Napa. Tenía, además, un pájaro, un cuervo. Sarmiento de Gamboa lo llama Indi, y cree que es un halcón. Es Alkamari, Korakenke. Son los cuervos de Wotan, a no dudarlo, y del Rey Barbarroja. Hugin y Munin; también Garuda, de Vishnú, pájaro mágico por excelencia. A la muerte del Inka todos estos atributos del poder eran heredados por su sucesor.

Lo que no se heredaba, por ser privativo de cada inka, era su demon, su guru invisible, o alter ego, que desde el otro mundo lo guiaba, el Guaoki, una especie de ídolo de piedra, que el inka elegía y con el cual conversaba, aconsejándose, al igual que con su pájaro. (El Inka oía la Voz, en la memoria de su sangre pura.) Los tres, así, planeaban guerras y conquistas, viajaban por este mundo y los otros, descubriendo caminos secretos de la tierra y del cielo. El Guaoki se iba con el inka a la tumba. Algo semejante, pero no tan elaboradamente imperial, poseyeron los pieles rojas, quienes afirman que un hombre no es hombre-divino mientras no tenga un guía invisible en el otro mundo, su totem. El Guaoki era también el verdadero Hijo del Inka -"Hijo del Hombre"- su Eidelon, su Kama-Rupa, su Cuerpo Astral.


Cuando Manko Kapac muere, a la edad de ciento cuarenta y cuatro años, según Sarmiento, deja las insignias del poder a su hijo Cinchi Roka; su Indi, su Topayauri, su Napa y su Sunturpaúka, al desciendente legítimo del Ayllo, o linaje. Pero su Guaoki se va con él; mejor dicho, el Inka se va con su Guaoki. Según la leyenda, Manko Kapac se ha transformado en estatua de piedra y lo veneran en Indikancha, la Casa del Sol. En 1559 ambos son encontrados en el pueblo de Bimbilla, cercano al Cuzco, por el corregidor Ondegardo. Mas, en verdad, nunca se supo qué fue de su cuerpo y sólo se encontró su estatua venerada, la que portaban a los combates los inkas, sus sucesores.

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