17 de noviembre de 2007

La Historia de los Ingas (tercera y cuarta parte)

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HISTORIA DE LOS INGAS (TERCERA PARTE)

CUARTA PARTE

Los inkas o ingas, venidos así del Monte Meru, del más allá, de otra tierra y otro mundo, son hijos del Sol Negro, de Otro Sol, detrás de la Estrella de la Mañana, de Venus-Lucifer. Comandan a los esclavos de la Atlántida, les ponen de su lado, les ordenan combatir junto a ellos y logran dominar a los dueños de la tierra, formando un Imperio Solar que dura siglos y que se extiende desde el Ecuador hasta el más al Sur de una tierra llamada Chile, valiéndose de los Caminos del Inka, que nunca han sido del Inka, a no ser que el Inka fuera anterior a los mismo inkas, lo que es posible.

Sarmiento de Gamboa afirma que de la ventan Kapac-Toco salieron los que se llamaron "Kapac", en recuerdo de la misma, y que Cápac significa "muchos". Afirmaban haber sido creados señores, destinados a gobernar y, "por eso, se pusieron inga, que significa señor". Los nombres de los ocho hermanos son los siguientes: Manko Kapac, el mayor; el segundo, Ayar Auka; el tercero, Ayar Kache; el cuarto, Ayar Ucho. De las mujeres, la mayor se llamó Mama Ocllo; la segunda, Mama Guako, la tercera, Mama Ipakura, la cuarta, Mama Raua.

Manko Kapac, el mayor, pasó a ser el primer soberano inka y desposó a su hermana Mama Ocllo, de dónde procede la progenie, el linaje, el Ayllo de los doce inkas divinos e inmortales. Los ocho hermanos no han sido engredados por ser humano alguno, sino directamente por un Dios: Ticci Huirakocha, quien les produjo y ordenó salir por la Ventana, a conquistar el mundo. Son así hijos de un Dios Solar. Los Inkas, Hijos del Sol Negro. Doce Inkas, en total. El Trece no alcanza a producirse; es un bastardo: Atahualpa.

Remontando su origen a Viracocha Pachayachachi, como lo llaman los españoles, a Huirakocha, al ancestro ario, al Dios Blanco hiperbóreo, tal vez al conquistador vikingo de Tiahuanacu y de México, los inkas expresan mitológicamente su identidad racial y el misterio original de un drama perdido en la antehistoria americana, el de los imperios blancos postatlántidos, con una minoría racial dirigente dentro de un continente hostil y primitivo, de naturaleza salvaje e indómita, ubicado en el arco de fuego del Pacífico y del anillo pavoroso de sus volcanes.

En la mitología de este sur del mundo, Huirakocha es también el creador de todas las cosas. Ha dado la existencia, por lo tanto, a los Inkas, haciéndoles salir del mundo interior por una "ventana". La leyenda también nos dice que la verdadera Tiahuanacu fue una ciudad subterránea, cuya puerta de entrada se encontraba en Kalasasaya, el Templo de la Luna. Tras la gran catástrofe, que lo cambia todo, hasta los polos, pudiendo comprobarse esto en las líneas magnéticas de algunas piedras antiguas, que giran en dirección distinta, hacia un polo magnético que ya no está allí, la misma Tiahuanacu dejó de ser entrada al mundo interior. También nos dice la leyenda que en Cusco subterráneo se guarda una biblioteca secreta en la que toda la historia de los Dioses estelares, de los Dioses Blancos, se halla transcrita. Ahora, Nazca, ese misterior indescifrable, esas pistas de aeródromos de otro mundo, sólo encuentran explicación en la misma leyenda de los Dioses Blancos, llegados de Venus, como Huirakocha, Mama Ocllo, Quetzalcóatl, Kontiki, Kukulcán y otros, en vimanas, en astras -con sus hangares dentro de la Tierra Hueca-. Nadie hoy sería capaz de trazar los Caminos del Inka, obra de sobrevivientes de una civilización desaparecida en una gran catástrofe. El trigo, el maíz, carecen de edades terrestres para su desarrollo genético. Los súbditos de los Inkas nos dicen que sus emperadores no son de aquí, que fueron traídos de otros universos por los huirakochas, los Dioses Blancos, los Hijos del Otro Sol.

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